viernes, 27 de febrero de 2009

De los 12 a los 17, lo demás es repetirse




A otros, con la presunta crisis de la madurez les da por liarse con quinceañeras/os o por teñirse el pelo de rojo. Afortunadamente yo llevo 15 años siendo pelirroja falsa y los quinceañeros me parecen una especie interesante, como los lagartos, pero con los cuales prefiero evitar cualquier tipo de contacto. Pero la adolescencia suele plantarse, exigente, cuando queda claro que cualquier gesto que remita a ella empieza a resultar patético y cuando uno tiene la edad de tener hijos con acné. Por eso, al hilo del post anterior, me ha dado por darme cuenta de que realmente lo que uno es el resto de su vida es lo que fue de los 12 a los 17 años.
Lo demás es una investigación sobre ello. A veces una ampliación y otras una huida. A mí, en general, me atrae la gente que continúa esa línea de la inmadurez. Los que una vez, a los 13 años compraron un libro que no entienderon pero les hacía parecer mayores, más intelectuales, y que, a partir de esa actitud estética, terminaron comprendiendo y estudiando o, incluso convirtiendo en su profesión, aquélla primera pulsión. Con la literatura es evidente que pasa. Yo cogí de la librería de mi padre La Montaña Mágica porque en una entrevista leí que era el libro favorito de Peter Murphy. Entonces, más que nada, la paseaba. Era el complemento perfecto para una siniestra en el agosto de los 40 grados de Torremolinos. Toda de negro, pelo cardado, palidez sepulcral y Thoman Mann de la mano. Años después la retomé por razones que no vienen al caso y me di cuenta de que entonces sí que me entusiasmaba realmente. Me daba la paz que necesitaba en ese mes o a lo mejor no, pero me hacía recordar aquélla época de descubrimiento y me convencí de ello.
Pero hablemos de música, que es lo que en el fondo deja huellas más hondas. He oído miles de canciones, he investigado en el jazz, la electrónica, la música concreta y hasta en la world music (incluso) pero en el fondo, lo que siempre me va a entusiasmar, a emocionar, a volver del revés, es cualquier música que me remita a Bauhaus, Joy Division, Squeeze, Aztec Camera, Scritti Politti, Virgin Prunes, The Cramps, Screaming Lord Sutch, Yazoo, This Mortal Coil, The The, Joy Division, Julian Cope o Siouxie. Incluso a Liasons Dangereuses o Mars, que vinieron después a mi tocadiscos. Pero esa es la base, lo demás es racional, puede gustarte, pero no es lo mismo. No es la pasión, las cosquillas en el estómago, el enamoramiento en la primera fase. Y eso pasa, incluso, poniéndonos petardos, con los gustos estéticos.
Mi fenotipo preferido tiene una explicación sencillísima: Peter Murphy e Ian Curtis. Delgadez, palidez, pelo oscuro, preferiblemente. Aunque hay excepciones, como Julian Cope, ese hombre que (Bruno Galindo dixit) "comparte taxidermista con Iggy Pop" que sigue esa línea Peter O'Toole/Gary Cooper que tampoco me es indiferente. Su imagen en el Palabra y Música de hace tres años www.palabraymusica.org, es una de las más potentes sexualmente que he visto sobre un escenario. La adolescencia, ese infierno, sirve para eso, si no, no tendría explicación que los humanos pasemos una etapa tan horrible de inseguridad, fealdad, emociones extremas e ira. De los 12 a los 17, hagamos memoria.

sábado, 7 de febrero de 2009

Mis condolencias a Poison Ivy



Ha muerto Lux Interior, cantante de The Cramps, uno de esos grupos que son conscientes de que el rock and roll consiste en hacer música y en crear espectáculo, a partes casi iguales. Ha dado la coincidencia de que la noticia de su muerte me ha llegado cuando organizaba en la presunta Costa del Sol (la de los tornados, el frío y las lluvias) el seminario anual Poesía del Rock, que este año estaba dedicado a Eros y Tánatos. The Cramps es, posiblemente, uno de los grupos que mejor ha combinado ambos elementos, tanto estética como musicalmente. Yo adoro el psicobilly, me parece el estilo más divertido que existe. Sí, divertido, sin matices. Screaming Lord Sutch y su Jack The Ripper es de esas canciones que me alegran el día. En pocos meses, han muerto dos iconos del leopardo y del juego de los disfraces del underground: Betty Page y Lux Interior. El mundo es bastante peor... Ayer, uno de los asistentes a la mesa redonda sobre Eros el rock y la literatura, que hicimos en el IML, nos "acusó" de nostálgicos a Darío Vico, Luis Boullosa, Silvia Superstar y a mí (todos consternados por el asunto Interior). Habría mucho que hablar al respecto. Yo, personalmente, decía que el indie, en general, en España, había roto esas referencias al sexo y lo oscuro que ha sido siempe consustancial al rock. Los argumentos de este chico eran sólidos y seguro que, con más tiempo, en el fondo hubiéramos estado de acuerdo, pero como apuntó Taján, no veo nada malo en mirar al pasado, más que nada para saber de dónde viene Marilyn Manson o los Strokes o Interpol. En cualquier caso, la muerte de Lux Interior, personalmente, me ha hecho reflexionar sobre la madurez, la vejez. Mis ídolos empiezan a morir de cosas de viejos, no de jóvenes. Ahora ya puedo hablar con propiedad de "mis tiempos" y veo que no está tan mal.