martes, 26 de mayo de 2009

No tomar el nombre del Chill Out en vano

Escuchando el genial Electric Storm de Whitenoise me ha venido a la memoria aquella era de los 90 en la que me dio por ser dj de ambient. La idea surgió durante mi estancia en Londres en el 94. Vivía en Brixton y allí había una casa okupa llamada Cool Tan, donde además de tocar casi todos los fines de semana Test Department (que eran vecinos del barrio), se organizaban raves y había, claro un chill out. El asunto raves y chill out en aquélla época era aún incipiente en España. Pero a la vuelta, llegué obsesionada por aquél concepto. La idea de que en una discoteca hubiera un espacio aparte donde la gente se tumbaba, descansaba y se relajaba oyendo a Brian Eno, a Steve Reich, Whitenoise, Future Sound of London o Satie me parecía maravillosa. Así que poco a poco fue metiéndome en aquél mundo. En España había poca gente que hiciera aquello. Bueno, más bien poca gente que se enterara de qué iba. Suso Saíz había sido uno de los pioneros (me refiero al concepto de chill out como tal, por supuesto, en los 60 y los 70 hay españoles que se dedicaban a ello), Nacho Sotomayor y Juan Belda también lo había explorado, pero dos personas que lo llevaron a la práctica, que se recorrieron todos los chill out y los festivales de por aquí fueron Fred Tassy y Justo Bagüeste, bueno y, en menor medida (y no es falsa modestia, por Fred es un maestro como dj y Bagüeste ofrecía directos increíbles), yo misma. En esas sesiones, en espacios infectos porque el Chill Out era siempre el hermano pobre de los raves y de los festivales, se seguía ese espíritu por el comenzó a desarrollarse ese concepto en Inglaterra, donde los chill out se convirtieron en obligatorios en cualquier rave. Como el consumo de mdma era algo evidente, se exigía que hubiera un sitio donde los ravers pudieran descansar, beber agua y evitar el golpe de calor. Aquí, en fin, se trataba que fuera así, pero muchas veces el chill out se convertía en otra sala más pequeña donde o bien se colaba la música de la principal o simplemente el dj de turno ponía música para bailar, sin entender nada de nada.
Las mezclas de música clásica con bases ambient y demás experimentos se dejaban para unos pocos, entre los que se encontraban también HD Sustance, Big Toxic, Noarbe (Dinamo) o Groof. Noarbe, X Flash, Bagüeste y yo hicimos una gira delirante por los chill out de varios festivales con el proyecto de Bagüeste IPD, de allí podría salir un libro.
Después alguien más listo que todos nosotros (fallo nuestro) cogió el nombre de chill out y se dedicó a crear fórmulas comerciales para el consumo masivo. Los primeros discos de Café del Mar, los de José Padilla, tenían cosas muy interesantes, pero después se convirtieron en un batiburrillo para gente a la que no le gusta la música que iba a ibiza, veía la puesta de sol y se quería llevar a casa un trozo de sus vacaciones. Más tarde llegaron aberraciones como el flamenco chill (magnífica etiqueta) con voces que más que relajar, a mí, personalmente me ponen los nervios de punta.
Pero nada en contra, simplemente, que a veces, hay que morderse la lengua cuando alguien habla de lo que le gusta la música chill out y tú, por pereza, dices que sí que muy bonito. El lenguaje es muy puñetero y es como si te enseñan una mesa y te dicen: “¿has visto que silla más bonita?”. Pues no, la silla es horrorosa y además es que eso no es una silla. Pero no, tú vas y pone el vaso en ella y te sientas en la mesa, porque ya no tienes energía para explicaciones.

viernes, 15 de mayo de 2009

enteógenos y cine de la transgresión


Semana tirando a rara: drogas y sexo. Pero todo en el plano teórico. El jueves, presentación en Off Limits Madrid de la Revista Ulises, con su director, Fernando Pardo, Javier Esteban y José Carlos Aguirre. Para quien no lo sepa, Ulises es la única revista en España dedicada a esa manida palabra que es "contracultura". Desde las corrientes de pensamiento alternativas a las formas de vida al margen. Su subtítulo es "El Viaje Interior" y ya se sabe en qué pensamos al leer eso... Pero los enteógenos y las formas de alterar la conciencia por métodos físicos, como la meditación y técnicas de respiración, es sólo una parte de la que, en mi opinión, es la revista más interesante que se hace actualmente, junto a Kaput y Ruta 66.

Al final, claro, la conversación derivó hacia el asunto de los enteógenos. José Carlos, Fernando y Javier son tres autoridades sobre el tema. No voy a contar aquí qué se dijo, pero sí me llamó mucho la atención la presencia de dos chicos jovencísimos, quizá tendrían 16 años, que hicieron un par de preguntas poniendo en duda la "utilidad" de las experiencias visionarias de alteración de conciencia. Ellos aportaban una perspectiva racionalista. Y, bueno, sería demasiado largo explicar su punto de vista. Pero me llamó la atención que el mundo, ahora, estuviera al revés. Unos casi adolescentes diciéndoles a uno tipos de entre treintaypico y cincuentaypico años algo así como ¿qué necesidad hay de tomar tripis? (simplificando todo mucho). Esto demuestra que la cultura de la psiquedelia ya ha cuajado definitivamente. Cuando los jóvenes en edad de explorar se plantean si realmente eso es necesario, es decir, tienen una actitud crítica al respecto, todo va bien.

Al día siguiente estuve en el festival de Cine Erótico Independiente de Madrid (en los Golem hasta el domingo). Fui a ver LLik your Idols, un documental que recomiendo fervientemente sobre el Cine de la Transgresión, esa corriente encabezada por Nick Zedd y Lydia Lunch y en el que participaron Thurston Moore, Foetus, Jarboe y The Swans y, por supuesto, mi adorado Richard Hell (en la foto). Debo reconocer que mi sensibilidad me hace rechazar muchas de aquéllas imágenes, herederas, por otra parte del gran Waters (punto evidente, pero que no se suele mencionar) , pero me parece esencial que algo así existiera. En el documental se dice que aunque en las películas de este movimiento se incluyen escenas pornográficas del hardcore más hard, no resulta excitante sexualmente. Totalmente de acuerdo, ni falta que hace. El festival incluía un programa doble, con corto de Richard Kern después. Kern sí moviliza la líbido, obviamente y también a las mujeres aunque lo que hace no sea "porno para mujeres". En cualquier caso, aquéllo me hizo reflexionar sobre la inutilidad de ver pornografía en un cine. Me van a disculpar y lo mismo es que yo no lo he pillado. Pero la pornografía es evidente para qué está hecha y, en fin, a no ser que estemos hablando del cine Carretas donde había un fin de desahogo claro, no acabo de entender la gracia del porno en pantalla grande y en un lugar público. Supongo que no es para apreciar la dirección de fotografía... En cualquier caso, en este festival sí que hay películas que si no se ven allí, no pueden verse en otro sitio y que dan una vuelta a esa estética de tacón blanco y laca del porno habitual. Pin Ups, clásicos de los años 20... , todo rematado con fiestas, talleres (esencial el de Beatriz Preciado).

sábado, 9 de mayo de 2009

La industria del disco es la UNICA culpable de la crisis de la industria del disco. (La música basura no tiene precio)

Hoy, mientras hacía sitio para… bueno, es muy largo de explicar. Hoy me he encontrado la Caja de las Casettes. Una caja que llevo trasladando de mudanza en mudanza, desde que a los 17 años dejé mi cuarto del Edificio Ronda 4º-6 Torremolinos Málaga para irme a estudiar a Madrid. En esa caja de doc martens (sí, las que me compré en mi primer viaje a Londres) están las cintas que compré en Camdem (grabaciones de conciertos de Psychedelic Furs, Joy Division, A Certain Ratio, Buzzcocks o Virgin Prunes), las que grababa de la Radio, cuando Ordovás o Eduardo Palma ponían alguna canción de Kaka de Luxe o de Factoría Ribentrop…, las que me grababan mis amigos guiris y especialmente las que me hacía (con portadas en plan fanzine punk) Louis Jantzen. El tenía ventaja; era candiense, es decir, tenía acceso a grupos que no llegaban a Torremolinos y además me doblaba casi la edad (yo tenía 16 y él debía rondar los 30). Eso, combinado con que yo le idolatraba platónicamente (el platonismo se acabó pronto, afortunadamente) hacía que cualquier grupo del que hablara se convirtiera de inmediato en mi foco de mi interés. Gracias a él y a sus casettes descubrí a sus amigos The Sound, a Cabaret Voltaire, New Order, la primera Souxie, Midnight Oil, John Foxx (My Sex es la culpable de mi afición al spoken word, ahora que lo pienso) o That Petrol Emotion. De repente, me he dado cuenta de que mi formación musical se basaba en esas casettes y ha llegado una de esas certezas que uno tiene en la razón pero sólo le llegan en plan epifanía cuando la magdalena de Proust entra en acción.
En una frase, mi revelación puede resumirse en: La industria del disco es la culpable de la crisis de la industria del disco. Vale, esto es un Perogrullo, pero es que hay que recordarlo porque nos intentan contar que la culpa es de la piratería, de las descargas de internet, de la falta de cultura de la gente… No, esas son las consecuencias: los resultados de una gestión nefasta y de un empeño por crear productos dóciles, oficinistas de la música en vez de artistas.
Aclaremos términos. Con esto no quiero decir que esté a favor ni que la gente consuma únicamente música bajándosela por internet o comprándosela a un señor en el top manta. No. Creo que las bajadas de internet o bien deben pagarse o bien deben servir para que alguien que normalmente tiene un presupuesto para comprarse 30 discos al año, siga comprando (o pagando por bajarlos) esos 30 discos, pero para elegir cuáles son haya podido oír antes pongamos que 200. Repito, por si no queda claro (que ya imagino los comentarios y creo necesario repetirlo): Estoy en contra de que la música sea gratis porque los músicos, pese a que la delgadez les favorezca, tienen derecho a comer, a comprarse casas y a ganar dinero, como los actores, los pintores, los escultores, los arquitectos, los camareros, los panaderos, los ingenieros o incluso, como los políticos.
Pero entiendo que alguien que no tenga el amor al arte que yo profeso (y el amor al arte consiste en querer que los artistas no se mueran de hambre) haya llegado al punto de pensar que es ridículo pagar por un objeto que contiene música. A ver, pensemos, ¿porqué se ha llegado a eso?.
1- El problema esencial, que repito una y otra vez, pero es que es cierto es el siguiente: La industria quitó el valor a la música, empezó a pensar que cualquier cosa valía. Contrataba a grupos dóciles, pero negados musicalmente, con lo que dócil conlleva de falto de carisma, de carente de rebeldía, de ausencia total de riesgo… todo eso que la música popular, desde el jazz al rock, pasando también por el pop, ha propugnado desde siempre. Pues bien, si haces basura, la gente sí, la consume, porque algo tiene que oír, pero no le dará valor y no paga por ella. Por eso, como consecuencia, pero no como motivo de la crisis, el motivo lo han provocado ellos mismos, la gente piratea porque no valora la música y no la valora porque nos quieren confundir y dar como algo bueno, de prestigio, productos que son lo que toda la vida se ha considerado música para gente que no oye música, música de usar y tirar, que también tiene que existir (digo yo) pero que siempre ha estado claro que era eso. Ni más ni menos.
A partir de ahí, me dispongo a desmontar otros mitos que la industria se encarga de propagar:
2-Algunos dicen que la culpa es del formato del cd. Que el vinilo era una obra de arte y el cd, no. Disiento. Pese a mi amor por el vinilo (una pasión que me ha provocado varios lumbagos en mudanzas) y aceptar que el cd es mucho más feo, sí, una buena edición de cd es también una obra de arte. Pero, claro, la industria del disco, a finales de los 90 hacía unas ediciones de Cd tan horribles que, obviamente hacían que el objeto se devaluara. Hay ediciones del top manta mejores que algunos cds originales de entonces. Ahora, 15 años después, ya han espabilado.
3-¿Porqué los casettes no hundieron la industria del disco? Algunos dicen que porque el sonido era peor. Claro, el mp3 es mucho mejor, ja. Y, por favor, ¿alguien cree, fuera de los eruditos, que la gente realmente se preocupa por el sonido? Bueno, no pierdo el tiempo sobre este tema, porque el asunto es que en la era de la cinta, la gente pensaba que la música era arte. ¿Por qué? porque las discográficas, esos entes esenciales para que un artista triunfara, que se encargaban de su promoción, de asesorarles y, sí, claro, de hacerles alguna faena, pero seguían siendo empresas artísticas (con inquietudes económicas, lógicamente), se encargaban de sacar productos de calidad, no como a finales de los 90 (ahora la cosa parece que empieza a cambiar, poco a poco), la era de la gran explosión, de las ventas millonarias. Ese tiempo nefasto, en el que los AR y los directivos de las discográficas (salvo excepciones que se pueden contar con los dedos de una mano) no hablaban de música, de carisma, de canciones, sino de elementos que no tenían nada que ver con el contenido o la calidad del disco y del artista. De los medios de comunicación, mejor no hablar. Respecto a los generalistas, la música siempre ha sido el hermano pobre y excepto si había alguien a quien realmente le apasionara la música, el resultado era ir a tiro hecho o a artistas que te “vendían” porque habían grabado el disco no sé donde, con tal productor o con la colaboración de tal artista. El paroxismo llegaba a tal punto, que en una ocasión, en una discográfica (que, por otra parte, hay que decir antes al menos funcionaban, ahora ya ni eso, ya contaré anécdota al respecto después) me convocaron para hacer una mega entrevista a su “objetivo” (sí, si del artista que era objetivo se ocupaban, si no, es que ni se molestaban en decirte que había salido un disco). Como la entrevista era para un suplemento que se cerraba con mucha antelación, me daban largas a la hora de mandarme el disco. Dos días antes de la entrevista, lo reclamé ya con cierto mosqueo y me dijeron que no, que era imposible, que no tenían el disco a tiempo, que tenía que hacer la entrevista sin haber oído el disco, pero que no me preocupara, que me mandaban la hoja de promoción y que, hombre, estaba grabado en tal con tal y con cual. Cuando me negué a hacerla me dijeron que no lo entendían. Al final, milagrosamente, consiguieron una copia (tiendo a pensar que la verdad era que, por vaguería, ni se habían molestado en pedirlo) pero ellos no salían de su asombro. Esa es otra parte, la desidia de muchos de los trabajadores de las discográficas y también de bastantes periodistas. Desde los AR a los jefes de producto pasando por los encargados de promoción. Cuando yo empecé en esto, a finales de los 80. Todos se entusiasmaban, te hablaban de los grupos con pasión, hacían lo que fuera para conseguir el disco antes de tiempo si podías hacer algo por ello (hablo, claro, desde el punto de vista del periodista, primero de fanzines y revistas musicales y después desde un diario de tirada nacional). Desde hace unos años, es todo desidia. Hace poco, por concluir con otro ejemplo, que creo que es gráfico, pedí el disco y la información de un disco que aún no había salido porque iba a entrevistar para un medio que no digo, pero un medio nacional, muy importante (es decir, no era para una radio local, digamos) a su autor. En la discográfica me mandaron un enlace incorrecto para que me lo bajara (legalmente) porque, según ellos, no les quedaban copias. Después de mil llamadas, no conseguí que me dieran bien el enlace, así que me lo bajé de internet (sí, ya estaba colgado) pero vi que no estaban las letras, esas no las encontré, y las necesitaba, claro. Las pedí y la jefe de producto me dijo que llamara a la editorial del artista, le dije que llevaba tres días intentando conseguir el disco y que a la editorial llamara ella y me las mandara, que era su trabajo… pasaron dos días y no me las mandaba. Me pareció todo tan surrealista que la llamé e hice algo que no había hecho jamás, le dije que no se preocupara, que era amiga del artista (cosa cierta) y que ya le llamaba para pedirle a él el disco (que no podía tener porque no estaba a la venta aún, que si no iba a un Vips y ya está). La reacción fue automática, me dijo que no me preocupara que ahora que lo pensaba, podía conseguir una copia, que me la mandaba por mensajero, la edición limitada de lujo… Esto jamás hubiera pasado hace años, ni cuando escribía para fanzines, me refiero a la etapa previa a mediados de los 90, que fue cuando todo se fue al garete y cuando provocaron la crisis y entraron en las discográficas funcionarios ineptos como esta, a la que probablemente el artista en cuestión se la suda, apostaría mi pie derecho a que ni se había oído el disco . El artista del que hablo, por cierto, no es precisamente underground, está en el digamos top ten de los más vendidos.
4- Dicen, también, que los cds son caros y que por eso no se compran. Falso, los libros cuestan igual que los cds y son más baratos de hacer. Sí, porque ya no hace falta contratar un estudio de 2.000 euros diarios durante un mes para grabar un disco. Los libros nadie dice que son caros, así que los cds tampoco. O sí, todo es caro, 3 euros por una cerveza es una barbaridad, pero ese es otro debate.
5- ¿La solución? La ignoro, que la busquen los ejecutivos de las discográficas, los que publican los discos basura, que para eso están. Pero sugiero un primer paso: Volver a prestar atención a la música y que las discográficas sigan el ejemplo de las que han sobrevivido. Las que empezaron como independientes han caído al fusionarse con multinacionales, en errores más graves que las propias multinacionales, básicamente porque las llevan pijos que se metieron a hacer una compañía por hacer algo, con una incapacidad manifiesta para descubrir grupos y para gestionar cualquier cosa y eso es un enorme peligro. Volvamos la vista a mitos como el de Atlantic, Crammed, ECM, 4 AD… y a gestores como Tony Wilson o Mario Pacheco, descubridores de talento y no captadores de imitadores dóciles, de esos que no dan problemas. Si no, nos quedaremos con la música basura y la música basura no tiene precio, obviamente.