Jorge y Pablo son una de esas parejas que, con el paso de los años, se han convertido en siameses.
Después de tres lustros y pico de alimentarse igual, relacionarse con la misma gente, usar el mismo gel de ducha y compartir pasta de dientes, han terminado por parecer hermanos. Un físico casi idéntico (del tipo oso), la misma forma de hablar y gestos idénticos.
Ese mimetismo tiene mucho que ver con su compenetración y una complicidad que les hace inexpugnables ante los ojos ajenos. También hay que advertir que son unos novios bastante convencionales. Es decir, jamás han planteado la posibilidad de ser una pareja abierta y dan por sentado que ninguno ha sido infiel al otro, aunque tampoco hablan del tema. Así que cuando Pablo, al ir a echar a la lavadora el vaquero de Jorge, encuentra un pañuelo celeste en el bolsillo posterior derecho, no puede evitar una punzada en el estómago. En el código gay, una tela azul claro en el lado derecho significa que el portador del trapo ofrece sus servicios como expendedor de sexo oral… Pero Pablo anestesia el pellizco en el plexo solar pensando que el azul es el color favorito de Jorge y, con el frío que hace, habrá tenido que comprar un pañuelo para abrigarse en la moto.
La primera escena transcurre en la casa conyugal. Domingo por la tarde/noche. Aburrimiento total. Jorge se despereza y dice: «Voy a acercarme a casa de mi madre, que esta tarde iba mi sobrino y hace mucho que no le veo». Pablo, que no soporta a su suegra, responde: «Vale, pues así aprovecho y me quedo repasando alemán, que tengo un examen el miércoles, ¿te espero a cenar?», a lo que Jorge responde: «No, tomaré algo allí».
Siguiente escena: Yago’s, bar de ambiente de Chueca (Madrid). Cuarto oscuro (ya saben, lugar que hay en algunos locales gays y de intercambio de parejas heterosexuales donde no hay luz y se producen contactos sexuales). Jorge nota una mano que se acerca a su ingle. Como es costumbre en estos sitios, enciende un mechero para ver la cara que acompaña a la mano y decidir si le gusta lo suficiente para permitir un avance hacia la izquierda. La llama ilumina al propietario de la mano, que, con esa luz, parece un monstruo de ojos verdes, y también deja ver la cara del chico que éste tiene a la altura de su cintura que, casualmente, es ¡Pablo!.
Jorge: «¿Pero tú no estabas estudiando? ¿Qué haces aquí?»
Pablo: «¿Y tú, no estabas en casa de tu madre?»
Carcajada general. Varias felatius interrumpus por culpa de la risa.
Fundido en negro. Sobreimpresión: Tres años después, puntos suspensivos.
Tercera escena: Interior. Domingo tarde/noche. Aburrimiento mortal. Jorge se despereza y dice: «Voy a acercarme a casa de mi madre, que esta tarde iba mi sobrino y hace mucho que no le veo». Pablo, sin levantar la vista del dominical del País, responde: “Vale, abrígate, que hace mucho frío en la moto… Ah... Y no te olvides el pañuelo”.
(Texto leído la Noche de los Libros en la Casa Encendida dentro del homenaje a Shakespeare. Éste es un homenaje a Otello)
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