lunes, 26 de mayo de 2008
Re-Search, la Biblia
Si la pregunta me la hubieran hecho a mí, me respuesta habría sido espera un momento que si, me suena, pero tengo que buscarlo. Y tres horas después, desesperada, habría devuelto la llamada respondiendo que no encontraba la revista. Eso sí, tres meses más tarde, de repente el Re-Search aparecería al lado del disco de Coil de que hablaba la revista porque cuando leí el artículo aquél me habría parecido el mejor sitio para guardarla.
Bueno, siguiendo con Noarbe, él, por supuesto, sabría la respuesta de memoria y lo mismo hasta la página. Con lo cual ¿de qué le sirve tenerla perfectamente clasificada, si nunca va a verse en la obligación de recurrir a ella para encontrar nada?. Pues eso, que el mundo está mal repartido y los desmemoriados deberíamos ser ordenados (al menos).
domingo, 25 de mayo de 2008
Cuando Hofmann se chupó el dedo
"Lo que los pedantes llaman capricho, los necios locura, los ignorantes alucinaciones, lo que antaño se llamaba furor sagrado, lo que hoy se llama, según sea la variante del sueño, melancolía o fantasía. Este irregular estado de ánimo que constante en todos los poetas ha mantenido incesantemente invocadas o evocadas, como si fueran cosas reales, lo que no son sino abstracciones simbólicas, la lira, la musa, el trípode, esta singular apertura a inspiraciones misteriosas es necesaria para la vida profunda del arte".
"En el mundo occidental hay actualmente muchos menos visionarios y místicos que antes (…) En el cuadro del universo actualmente de moda, no hay sitio para la experiencia transcendental válida. Consiguientemente, quienes han tenido lo que consideran experiencias transcendentales válidas son mirados con recelo, como chiflados o farsantes. Ya no acredita a nadie ser un místico o un visionario". En el caso de los del XIX se dice que son "malditos" y en el de los de la segunda mitad del XX se habla de contracultura, pero en todos los casos ha habido un término asociado a lo marginal para denominar a estos artistas que muchas veces han sido juzgados más por su forma de vida que por su obra. Y no siempre para perjuicio del artista porque en muchos casos (y en el siglo XX tenemos ejemplos muy claros en el mundo del rock, pero también en el de la literatura o el arte plástico) el consumo de drogas o los relatos relacionados con este consumo han sido utilizados por los propios artistas para crear un aura, un personaje que tapa su mediocridad artística.
sábado, 24 de mayo de 2008
La estética es la ética del punk
viernes, 23 de mayo de 2008
Cuarto oscuro (del alma)
Después de tres lustros y pico de alimentarse igual, relacionarse con la misma gente, usar el mismo gel de ducha y compartir pasta de dientes, han terminado por parecer hermanos. Un físico casi idéntico (del tipo oso), la misma forma de hablar y gestos idénticos.
Ese mimetismo tiene mucho que ver con su compenetración y una complicidad que les hace inexpugnables ante los ojos ajenos. También hay que advertir que son unos novios bastante convencionales. Es decir, jamás han planteado la posibilidad de ser una pareja abierta y dan por sentado que ninguno ha sido infiel al otro, aunque tampoco hablan del tema. Así que cuando Pablo, al ir a echar a la lavadora el vaquero de Jorge, encuentra un pañuelo celeste en el bolsillo posterior derecho, no puede evitar una punzada en el estómago. En el código gay, una tela azul claro en el lado derecho significa que el portador del trapo ofrece sus servicios como expendedor de sexo oral… Pero Pablo anestesia el pellizco en el plexo solar pensando que el azul es el color favorito de Jorge y, con el frío que hace, habrá tenido que comprar un pañuelo para abrigarse en la moto.
La primera escena transcurre en la casa conyugal. Domingo por la tarde/noche. Aburrimiento total. Jorge se despereza y dice: «Voy a acercarme a casa de mi madre, que esta tarde iba mi sobrino y hace mucho que no le veo». Pablo, que no soporta a su suegra, responde: «Vale, pues así aprovecho y me quedo repasando alemán, que tengo un examen el miércoles, ¿te espero a cenar?», a lo que Jorge responde: «No, tomaré algo allí».
Siguiente escena: Yago’s, bar de ambiente de Chueca (Madrid). Cuarto oscuro (ya saben, lugar que hay en algunos locales gays y de intercambio de parejas heterosexuales donde no hay luz y se producen contactos sexuales). Jorge nota una mano que se acerca a su ingle. Como es costumbre en estos sitios, enciende un mechero para ver la cara que acompaña a la mano y decidir si le gusta lo suficiente para permitir un avance hacia la izquierda. La llama ilumina al propietario de la mano, que, con esa luz, parece un monstruo de ojos verdes, y también deja ver la cara del chico que éste tiene a la altura de su cintura que, casualmente, es ¡Pablo!.
Jorge: «¿Pero tú no estabas estudiando? ¿Qué haces aquí?»
Pablo: «¿Y tú, no estabas en casa de tu madre?»
Carcajada general. Varias felatius interrumpus por culpa de la risa.
Fundido en negro. Sobreimpresión: Tres años después, puntos suspensivos.
Tercera escena: Interior. Domingo tarde/noche. Aburrimiento mortal. Jorge se despereza y dice: «Voy a acercarme a casa de mi madre, que esta tarde iba mi sobrino y hace mucho que no le veo». Pablo, sin levantar la vista del dominical del País, responde: “Vale, abrígate, que hace mucho frío en la moto… Ah... Y no te olvides el pañuelo”.
(Texto leído la Noche de los Libros en la Casa Encendida dentro del homenaje a Shakespeare. Éste es un homenaje a Otello)
jueves, 22 de mayo de 2008
Té burlesque con la Reina de Corazones
miércoles, 21 de mayo de 2008
De mayor quiero ser John Giorno
La actuación de París me hizo reflexionar sobre algunas cosas. Esencialmente sobre la vejez. El ciclo se trataba de un experimento por el cual, los de la Fundación Cartier invitaban a Patti Smith a que expusiera su obra fotográfica, reprodujera el salón de su casa (con sofás idénticos a los que salían en algunas de sus fotos caseras) e invitara a gente que a ella le apeteciera a tocar allí. Giorno es amigo de la Smith desde los 70 y ella quiso que Giorno+Colis tocaran en estas jornadas. El día anterior el invitado era Fred Frith, el mejor guitarrista de la historia, que en esta ocasión, demostró lo que significa eso que recomendaban los electroduendes: desaprender lo aprendido. En el concierto del mejor guitarrista de la historia, el guitarrista no tocó la guitarra. Hizo un recital de improvisación donde la guitarra era más bien un instrumento percutivo, por decir algo. Es evidente el dominio técnico que hay que tener para hacer lo que él hizo, pero lo mejor de todo es que la actuación estaba llena de humor, de guiños y rompía el tópico de quéseriosquesomoslosartistasvanguardistas que suele invadir a los que no lo son, claro.
Pero lo segundo mejor de esa noche y de la actuación de Giorno y Colis fue descubrir que la media de edad del público era de unos 50 años y que muchos de ellos rondaban la de Giorno, los 70. En España eso es impensable, hay toda una generación que naturalmente debería haberse enganchado al carro de lo experimental (recordemos que movimientos como Zaj, tan español, son de los sesenta) y que lo han perdido. Aquí, cuando Giorno y Colis han tocado, la media era de 30 años. Después ya llega la hipoteca, el trabajo fijo, los hijos, la casa en la playa y no está la gente para ir a conciertos raros. Simplificándolo todo, yo diría que esto tiene una conexión directa con el empeño de los españoles por ser propietarios de una casa. De endeudarse y anclarse. Los franceses, los americanos, los ingleses, los alemanes, viven de alquiler toda la vida, sin problemas. Viajan, cambian de trabajo... y eso les permite mantener el espíritu adolescente y la curiosidad. Yo, de mayor, quiero ser John Giorno, que es el epítome de todo esto. Estar entusiasmado porque me han invitado a tocar en la otra punta del mundo y hacer vuelos trasoceánicos cada dos por tres (es decir, unas 8 veces al año). El mayor ejemplo a seguir. Y la foto de arriba explica todo esto: dos señores en edad de jubilación, fumándose un porro sentados en una acera. Así dicho uno imagina a dos vagabundos. Pero no, ahí están sonrientes, felices, limpios, coquetos, como dos adolescentes, que es a lo que hay que aspirar en convertirse cuando uno llegue a viejo.
Como colofón unos minutos publicitarios: La editorial DVD acaba de sacar una antología de los poemas de John Giorno. Corran a comprarla.
martes, 20 de mayo de 2008
Tony Wilson, un hombre (tonto) de palabra
Tony Wilson era un tipo raro. Uno de esos hombres que piensa que hay alguna especie de correlación mágica entre un apretón de manos y un acuerdo. El típico tonto, vaya.
Tony Wilson fue el artífice de dos pilares esenciales para entender la cultura pop del siglo XX. El se inventó el sello Factory y también la discoteca Hacienda. Es decir, simplificando, que el tonto de Tony Wilson, ese tipo raro que se negaba a firmar contratos discográficos con los grupos de su escudería (Joy Division y después New Order, Durrutti Column o Happy Mondays, por poner cuatro ejemplos) fue el inventor de la discoteca donde se fraguó ese término tan manido que ahora llaman “cultura de club” o el “verano del amor” y que ha hecho billonarios a más de cien empresarios. Pero no sólo eso porque Tony Wilson también tiene la culpa de que ahora tengamos que aguantar a grupos con cara de haberse saltado la toma matinal del antidepresivo, que imitan a Ian Curtis en todo excepto (por desgracia) colgarse de la lámpara del salón de su casa.
Tony Wilson era tan tonto (y hay una película magnífica, 24 hours Party People, que lo demuestra y por todos es conocido que si algo lo dice un periódico o un filme biográfico tiene que ser cierto) que le dio un pastón a los Happy Mondays y otro por el estilo a New Order para que se fueran a grabar sendos discos a la Bahamas o las Bermudas y a Ibiza respectivamente. Y como él tenía esa superstición como de salvaje del Amazonas de chocar esos cinco y pensar que había un trato cerrado, creía (inocente de él) que volverían con los discos grabados. Pero no, los Happy Mondays le trajeron poco más que un montón de historias que contar y unas cuantas fotos de Bezz metiéndose el dedo en la nariz, con una piña colada en la (otra) mano y los Order tardaron un año y pico más de lo previsto en volver. Pero eso no era todo porque Tony Wilson, el tonto del pueblo de Manchester, era de esos que organizan un concierto, que se gastan la pasta, no vende ni seis entradas y en vez de poner cara de circunstancias mientras el grupo le intenta convencer de las ventajas de haber sido el artífice de un acontecimiento tan selecto, va y se empeña en animar a los artistas, en su caso a Vini Reilly de Durrutti Column, con una frase que define el carácter de este pesimista tonto (es decir, optimista crónico): “en los momentos importantes de la historia siempre hay poca gente, ¿cuántos estaban en la Ultima Cena, trece? Pues mira, aquí ni llegan, así que no te preocupes, Vini”. El entierro de Tony Wilson no fue un momento histórico. Hubo más de 13 personas. Desde luego (y esto demuestra lo mal negociante que era) estuvieron todos los grupos que él había no fichado con un apretón de manos y que han servido de inspiración, por no decir por modelo de plagio, a todas esas otras bandas que ahora triunfan por todo lo alto en esta industria que se desmorona, eso sí, con la seguridad que da tener un contrato atado y bien atado, al cuello de la lámpara del salón de casa.
Tony Wilson murió el 10 de agosto de 2007, a los 57 años
Enanos con rastas
El truco de inspirarse en lo underground, lo marginal, lo outsider para crear una estrella que parezca recién salida de la calle pero que en el fondo tenga un alma mainstream, domesticada, dispuesta a cualquier cosa (incluso a hacerse rastas o a raparse el pelo o hasta tocar en la calle) para triunfar, es algo que la industria musical lleva haciendo desde los años sesenta, no vamos ahora a escandalizarnos. La esencia de los movimientos contraculturales como el rock tiene mucho que ver con la subversión, con la espontaneidad de esas expresiones artísticas que surgen entre una minoría y que a veces algún ejecutivo discográfico avispado rescata para lanzar al gran público. Lo que sigue es casi siempre lo mismo: copias falsas de aquello, con formas bastante logradas pero sin base. La mayor parte de las veces, las falsificaciones tienen un éxito o dos y caen en el olvido, respondiendo a una afortunada justicia poética. Otras veces lo genuino se queda por el camino y es el impostor el que se lleva la camada al agua. Pero este proceso tan viejo como la historia del rock ha llegado en los últimos tiempos a un extremo espeluznante. Antes eran unos señores, desde sus despachos. los que, en plan dioses, elegían al incauto que a lo mejor había llegado con su maqueta a la discográfica y le decían: vamos a hacer de ti un nuevo … (póngase el nombre de cualquier artista surgido del underground con éxito masivo) y el hombre o la mujer pues aceptaba, porque tampoco tenía mucha idea.
Pero ahora los AR ya no necesitan ni siquiera dar palmaditas en la espalda ni contratar a un equipo de estilistas; el clon ya viene de casa. Trae la imagen calcada, con ese aire canalla y callejero que tanto recuerda a ese grupo que triunfó el año pasado y las declaraciones preparadas. Si se trata de un aspirante a estrella de rock torturado el consabido discurso sobre la admiración por Nick Drake, Dylan o Daniel Johnston y una leyenda sobre su afición a la heroína y un poco de mala cara; si se trata de algún candidato a rey del buenrrollismo, pues ya se sabe, alguna letra en la que se hable de porros, un comentario sobre alguna causa perdida y a ser posible un grupo de acompañamiento compuesto por sus colegas del barrio que llevan toda la vida tocando los bongos con él o con ella, claro. Hasta ahí todo más o menos controlado, el problema está en que antes, en los 60, en los 70, incluso en los 80, como todo era inventado y el presunto rebelde era alguien simplemente desesperado por triunfar, pues acataba las normas, pero ahora la cosa cambia. Los enanos empiezan a crecer y el circo a derrumbarse. Los clones resulta que no son contraculturales, ni buenrrollistas, pero salen, por ejemplo, macarras, prepotentes o a lo mejor amnésicos y les da por qué se yo, armar una bronca en un avión y decir lo que jamás diría un buenrrollista de los auténticos: “no se preocupen por mi estropicio, yo invito a todo” (o algo así), como un nuevo rico hortera más. Pero lo peor de todo esto es que rizando el rizo, y por culpa de esta proliferación de imitadores de forma, incluso los reyes del underground auténticos viven en una continua paranoia no-vaya-a-ser-que-piensen-que-no-soy lo que parezco. Llama la atención que el talentoso y tan y tan imitado Devendra Banhart en una reciente entrevista, ante la pregunta: “¿Qué es lo peor que han dicho de ti desde que eres famoso?” Respondiera: “Que soy millonario y que me he comprado un rancho en Texas”. Y continuara iracundo, como si le hubieran dicho que había qué se yo, plagiado a Víctor Jara: “Eso es mentira, yo no gano dinero, todo lo que gano lo gasto en el grupo y sigo viviendo en mi casa de siempre y viajando en furgoneta"
Publicado en Ruta 66, 2008